darse un hammam
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umérjase en una atmósfera casi surrealista en la que el tiempo no puede entrar. El
hammam induce a abandonarse, a alejar estrés y cansancio.
Según una antigua tradición, el hammam prevé un recorrido por distintas "habitaciones",
similar al practicado en las antiguas termas romanas:
■ Antes de todo, si es necesario, lave el banco usando la ducha.
■ Quítese de encima cualquier cosa que pueda recordarle el mundo exterior, dúchese
(con agua caliente a placer) y séquese bien.
■ Seleccione después el programa deseado y déjese envolver por el vapor, sentándose
o tumbándose en el banco.
El calor húmedo cuida, como un aerosol natural, problemas de nariz, de garganta y de bronquios.
Además, actúa sobre los dolores del reuma y de la artrosis y disminuye sus molestias.
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Al inicio, podría salir agua de condensación por las boquillas; de todas formas, este fenómeno
cesará una vez se haya estabilizado la temperatura.
■ Cuando lo desee, podrá ducharse para refrescarse y usar un guante de crin para
reactivar la circulación.
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n cualquier caso, escuche a su cuerpo y a sus sensaciones: si siente la necesidad de salir,
hágalo, aunque sólo hayan pasado cinco minutos.
■ La sudoración que caracteriza el uso del hammam es menos intensa que en la sauna
pero, dado que la permanencia, en general, es más larga, el resultado final es, a menudo,
que la cantidad de líquidos eliminados es superior.
En caso de resfriado o gripe, un paso por el hammam, seguido por un reposo prolongado
en la cama, permite la continuación del proceso de sudoración y ayuda a poner de nuevo el
cuerpo en forma.
■ La última fase prevé el uso de una nebulización de agua fresca para cerrar los poros,
tonificar la musculatura y dar un impulso energético a todo el cuerpo.
■ Antes de volver a la realidad, tómese su tiempo. Lentamente, quizá saboreando un té y
una amable lectura, vuelva a los ritmos y sonidos del mundo que se había quedado fuera.
■ En este punto, y sólo si así lo desea, puede darse de nuevo una o dos-tres sesiones,
siguiendo el procedimiento indicado. En cualquier caso, fíese totalmente de las
sensaciones que le transmita su cuerpo.
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Una vez acabado el uso, no apague el interruptor general hasta que el botón del programa
que estaba en funcionamiento se ilumine con una luz blanca (de lo contrario, se impediría el
lavado y el vaciado del generador de vapor).
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