Paradójicamente, las estufas de gran eficacia pueden tornar más difícil el trabajo de la chimenea.
El buen funcionamiento de una chimenea depende del aumento de temperatura en su interior provocado
por los humos de la combustión.
Ahora bien, la eficacia de una estufa está determinada por su capacidad de transferir la mayor parte del
calor producido al ambiente a calentar. Como consecuencia de ello, a mayor eficacia de la estufa, más "fríos"
son los humos residuales de la combustión y, por lo tanto, menor el "tiro".
Una chimenea tradicional, de concepción y aislamiento aproximados, funciona mucho mejor en servicio que
una pequeña chimenea tradicional abierta o una estufa de mala calidad, en que la mayor parte del calor se
pierde con los humos.
Por lo tanto, adquirir una estufa de calidad a menudo significa deber intervenir en el conducto de humos,
incluso si ya existía y funcionaba con instalaciones anteriores, para aislarlo mejor.
Si la estufa no calienta o hace humo, siempre se debe a un tiro defectuoso.
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Un error común es conectar el tubo de la estufa a una chimenea existente, dejando que esta siga en
servicio de la instalación anterior. De esta manera, dos instalaciones con combustible sólido están
unidas por el mismo conducto de humos, lo cual es incorrecto y peligroso. Si se usan las dos
instalaciones al mismo tiempo, la carga total de humos puede ser excesiva para la sección existente
de la chimenea, lo que provoca revocos de humo.
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Si se usa una sola estufa, el calor de los humos sí provoca el tiro de la chimenea, el cual, sin
embargo, aspirará aire frío también por la apertura de la instalación apagada, lo que vuelve a enfriar
los humos y bloquea el tiro.
Por último, si ambas instalaciones son ubicadas en distintos niveles, además de los problemas expuestos, se
puede interferir con el mismo principio de los vasos comunicantes, lo que provoca una evolución de los
humos de combustión irregular e imprevisible
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06.EFICACIA DE LA ESTUFA